Los cambios que no elegimos de forma voluntaria y consciente no suelen ser nada fáciles de asumir ni de aprovechar. Por eso, en general, no nos gustan, e incluso los tememos. Pero hay una ley en la naturaleza que dice que nada muere ni se pierde, sino que todo se transforma. Y que para construir lo nuevo, primero debe destruirse lo viejo, lo que sobra, lo que ya no es útil y ha dejado de tener sentido.
Conceptos como confianza, equilibrio, ética, sostenibilidad, humanismo, felicidad y sentido son cada vez más pronunciados y demandados por los individuos y las organizaciones como solución real al escenario psicológico y económico en tiempos de dificultad.
Los sociólogos más visionarios predicen que los cuatro pilares del nuevo paradigma económico emergente van a ser la responsabilidad personal, el ahorro consciente, el comercio justo y el consumo ecológico.
Nadie pone en duda que el exceso de trabajo, la competitividad, la ambición, la codicia o el afán de reconocimiento permiten lograr el éxito profesional y la respetabilidad social. Pero en el camino por alcanzar la cima de la vida material solemos perder algo mucho más importante: nuestra salud y nuestro bienestar emocional. La paradoja es que, cubiertos unos mínimos, la búsqueda obsesiva de dinero y de riqueza material, más allá de incrementar la felicidad, nos la quita.
Existe un movimiento social en auge denominado downshifting, que en inglés significa “reducir la marcha de un vehículo”. Metafóricamente representa la opción de reducir el nivel de vida para incrementar su calidad. Su impulsor, el directivo John J. Drake, autor de Vivir más, trabajar menos, afirma que “esta simplicidad voluntaria tiene la finalidad de redescubrir lo verdaderamente valioso de la vida para recuperar el contacto con la felicidad”.
Drake propone “trabajar para cubrir las necesidades reales, desenmascarando las que no lo son”, e invita a “cuidar la salud, la alimentación, el descanso físico y mental, así como las relaciones personales”. Y gracias al aumento del tiempo libre, este experto también motiva a “desarrollar actividades creativas, constructivas y beneficiosas tanto para uno mismo como para los demás y el entorno del que se forma parte”.
Llegados a este punto, Drake plantea las siguientes preguntas: “¿De qué te sirve todo lo que tienes si no gozas de tiempo para disfrutarlo? ¿De qué te sirve el éxito y la respetabilidad si te pasas el día estresado y cansado? ¿De qué te sirve ganar mucho dinero si no eres feliz?”. Y por último, y tal vez más importante: “¿Quién o qué te impide cambiar de estilo de vida?”. A juicio de Drake, “no hay nada irreversible” y “nunca es tarde para atreverse a cambiar”. Y concluye: “Nuestro mayor enemigo es el autoengaño, pues para dejar de ser infelices el cambio es sin duda nuestro mejor aliado”.
Muchos han descubierto que no hay nada más gratificante que poder servir de una u otra forma para mejorar la vida de los demás”, sostiene el coach personal y ejecutivo Raimon Samsó, autor de El código del dinero. Conquista tu libertad financiera. Y para lograrlo “es necesario ejercer profesiones con sentido, es decir, que verdaderamente mejoren la calidad de vida del entorno del que formamos parte”.
Así, “ganar dinero no puede ser el objetivo principal de nuestra actividad laboral. Lo que hemos de descubrir es cuál es nuestra misión, nuestro propósito, aquello que queremos hacer con nuestra existencia”, afirma Samsó. Y añade: “Una vez lo sepamos, el dinero será un indicador de que nuestra función realmente contribuye a mejorar la sociedad”.
Según los dos filósofos más destacados del management actual, Steven Covey y Fredy Kofman, estamos frente al despertar de la “economía consciente”, en la que el verdadero éxito implicará tres cosas: “Hacer lo que amamos” (estrechamente relacionado con lo que somos en esencia, de ahí que nos apasione y nos haga vibrar), “amar lo que hacemos” (vivir nuestra función con coraje, compromiso y entusiasmo, lo que depende, sobre todo, de nuestra actitud) y concebir dicha profesión con “vocación de servicio”, siendo muy conscientes de que la auténtica felicidad brota de nuestro interior al hacer felices a los demás.
Confiar en uno mismo y en la vida no es fácil, pero merece la pena. Y esto es algo que también afirma el veterano emprendedor Steve Jobs, fundador de Apple Computer y de Pixar Animation Studios, considerado como uno de los visionarios más importantes de nuestro tiempo: es el creador de Macintosh, iPod e iPhone.
El 12 de junio de 2005 dio una conferencia en la Universidad de Stanford en la que confesó haber invertido los ahorros de sus padres en la matrícula de una prestigiosa universidad, para, medio año más tarde, decidir abandonarla por “no encontrarle sentido”. Meses después, “sin apenas dinero y coqueteando con la indigencia” -dormía en el suelo de las habitaciones de sus amigos y recogía botellas de Coca-Cola por cinco céntimos para pagar la comida-, Jobs se apuntó a unas clases de caligrafía. Una década más tarde, dicho aprendizaje sentaría las bases de los diseños del ordenador Macintosh, copiados después por Windows.
“No se puede comprender el sentido de las cosas mirando hacia delante sólo mirando hacia atrás”, afirmó Jobs. “Tenéis que confiar en algo: en vuestro instinto, en el destino, en el karma o en lo que sea. Porque creer que los puntos se unirán os dará la fuerza para confiar en vuestro corazón, yendo más allá de cualquier miedo. Esta forma de actuar ha marcado la diferencia en mi vida”. Este visionario también habló sobre la importancia de encontrar la vocación. “El trabajo va a llenar gran parte de vuestra vida. Es necesario que encontréis eso que amáis. Si todavía no lo habéis encontrado, seguid buscando. No os conforméis ni os resignéis. Como todo lo que tiene que ver con el corazón, lo sabréis cuando lo hayáis descubierto”.
Y por último reflexionó sobre la función de la muerte. “Cada mañana me miro en el espejo y me pregunto: ‘Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?’. Y si la respuesta es ‘no’ durante demasiados días seguidos, entonces sé que necesito cambiar algo. Así es como he tomado las mejores decisiones de mi vida. Porque prácticamente todo, las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso, se desvanece frente a la muerte, dejando sólo lo que es verdaderamente importante”. Y concluyó: “Vuestro tiempo es limitado. Así que no lo desperdiciéis viviendo la vida de otro. No dejéis que el ruido de las opiniones de los demás ahogue vuestra propia voz interior. Y lo más importante, tened el coraje de seguir a vuestro corazón y a vuestra intuición. De algún modo ellos ya saben lo que vosotros realmente queréis ser”.
Fragmentos extraídos: El País
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