¿Podemos mejorar nuestra salud siendo más felices? Es la gran pregunta. Cierto es que enfermedades psicológicas como la depresión son más esquivas en aquellos que cuentan con un mayor grado de satisfacción personal. Pero también lo es que una persona infeliz tiene el triple de posibilidades de sufrir osteoporosis y el doble de padecer dolores de estómago, de cabeza o migrañas. Si nos centramos en trastornos mentales, tendrán nueve veces más de probabilidades de sufrir depresión y cuatro veces más de padecer adicciones o insomnio. Lo mismo ocurre con las enfermedades cardiovasculares, primera causa de muerte, hospitalización y uso de los servicios sanitarios de España y Europa. A los tradicionales consejos médicos –llevar una dieta equilibrada, hacer ejercicio físico o no fumar–, hay que sumar una vida más tranquila y con mayor satisfacción vital. Resumiendo: las personas felices se sienten más saludables y son menos proclives a padecer problemas de salud.
El gen de la felicidad
A día de hoy, las investigaciones se centran en si existe un gen de la felicidad. «Hay varios candidatos», dice el psicólogo Josep María Serra-Grabulosa, aunque explica que, a tenor de los últimos estudios, uno de los principales responsables de nuestro estado de ánimo podría ser la serotonina, neurotransmisor clave en nuestro bienestar. «Las investigaciones apuntan a que aquellos portadores eficientes del gen transportador de la serotonina son más felices que aquellos que son poco eficientes», asegura. No obstante, todo está aún por descubrir. En nuestro país se producen cada año 70.000 infartos, el 57 por ciento de ellos mortales, y los problemas coronarios son la causa de muerte del 38 por ciento de los hombres y del 45 por ciento de las mujeres del Viejo Continente. Con estos datos en la mano, queda claro que nuestra salud cardiovascular es «manifiestamente mejorable».
Y ahí es donde entra la psicología. La Sociedad Europea de Cardiología afirma que cuanto más satisfechos estamos con nuestra vida y con nosotros mismos, menor es el riesgo de ser víctimas de una dolencia cardiaca. El estudio se elaboró sobre la base de 8.000 funcionarios de Reino Unido a los que se les planteó un cuestionario acerca de siete aspectos de la vida cotidiana. Con sus respuestas sobre relaciones amorosas, nivel de vida, trabajo, familia, sexo, ocio y satisfacción personal se obtuvo un grado de satisfacción global, dato que fue contrastado con los historiales médicos de los participantes a lo largo de un periodo de seguimiento de seis años.
El resultado reveló que existe una clara relación entre un estado psicológico positivo y un riesgo un 13 por ciento inferior de enfermedades cardiacas, observándose un mayor peso del trabajo, la familia, el sexo y la satisfacción con uno mismo. Los autores del estudio señalan el efecto positivo que estos aspectos de la vida cotidiana tienen sobre nuestra salud coronaria, independientemente de otros factores de riesgo tradicionales como la tensión arterial, el exceso de grasas en la dieta, el sobrepeso o el sedentarismo. Por este motivo, apuesta por tratar de potenciar los estados psicológicos positivos, y no sólo centrarse en intentar luchar contra los negativos como la depresión o la ansiedad.
En la misma línea se pronuncia un estudio de la revista médica estadounidense «Archives of Internal Medicine», que apunta al control del estrés y la vida sosegada y tranquila como vías para evitar infartos. Como se suele decir en muchos países africanos, «la prisa mata», una verdad como un templo a la vista de las conclusiones del informe, en el que se analiza la evolución durante casi nueve años de dos centenares de pacientes con antecedentes por enfermedades cardiovasculares, y la relación entre una posible recaída y el estrés como factor desencadenante. Para ello se dividió a los pacientes en dos grupos: el primero siguió el plan de prevención habitual tras una dolencia cardiaca, y basado en la alimentación, el uso de fármacos y el ejercicio físico. El segundo sumó a estas pautas la inclusión de la relajación como camino para evitar una recaída. Los resultados hablan por sí solos. La meditación trascendental logró reducir un 47 por ciento el riesgo de sufrir un nuevo infarto. Se identificó que aquellos más tranquilos y menos estresados experimentaban un descenso significativo en la tensión arterial, uno de los factores de riesgo más importantes en la salud cardiovascular.
La felicidad es salud, y así lo certifica también un estudio realizado por el Instituto Coca-Cola de la Felicidad y la Universidad Complutense de Madrid (UCM). «La salud mental es un componente igual o más importante que la salud física en la percepción de la propia salud», afirma Gonzalo Hervás, profesor de la Facultad de Psicología de la UCM. El trabajo, del que Hervás es coautor, se ha basado en 3.000 entrevistas a españoles de entre 18 y 65 años. ¿Su principal conclusión? Que ante un problema de salud, las personas más felices se sienten más saludables. «La salud subjetiva está asociada a la felicidad. Y su nivel amortigua la experiencia de la enfermedad», afirma Hervás, que hace hincapié en «la importancia de contar con una red de apoyo social, familia y amigos principalmente».
Mayor esperanza de vida
No en vano, como explica Serra-Grabulosa, partícipe en el estudio, se produce una doble relación: «Si somos felices estamos sanos y si estamos sanos, somos felices, aumentando así nuestra esperanza de vida», afirma. El psicólogo considera que la felicidad es clave en el buen funcionamiento de tres sistemas: en el nervioso vegetativo provoca menos alteraciones coronarias y menos accidentes cerebrovasculares; en el neuroendocrino, facilita un menor riesgo de alteraciones coronarias; y en el sistema inmunológico, que nos defiende de virus y bacterias, nos proporciona una mayor respuesta inmunitaria. Pero para ello es necesario que nuestro cerebro genere esa satisfacción personal. Que las regiones que componen la «sala de máquinas» de la felicidad procesen esas emociones a través de estímulos positivos. Y, con ese fin, «existen neurotransmisores que nos hacen más propicios a la felicidad», afirma.
ANÁLISIS: ¿Ejercitar la felicidad?
¿Cómo podemos «muscular» nuestro optimismo?
–Hay momentos en el que tenemos ideas negativas que nos enfadan. La única forma de combatirlas es introduciendo ideas positivas: tener un proyecto, una afición. En los primeros segundos hay que apartar los malos pensamientos. Si no, los empezamos a rumiar y no consigues nada. En España, con la situación actual que vivimos, la esperanza es una obligación ética.
¿El optimismo genera una mayor salud?
–Sí, pero hay que tener cuidado. El ser optimista y tener esperanza genera endorfinas y una mayor inmunología, por lo que es más difícil caer enfermo. Y cuando una persona tiene mal carácter, es más fácil que desarrolle úlceras de estómago. Pero, ¿siendo optimistas lo superamos todo? Eso es poner demasiada responsabilidad en las personas. Voy a presentar una tesis titulada «Fortalezas para superar los socavones de la vida», en la que estudiamos a 180 personas que han sufrido una desgracia. A partir de ese trauma, las tres características que estas personas implementaron fueron tener coherencia consigo mismos, la esperanza y el optimismo, y el engancharse a un proyecto de vida con el apoyo de la familia y los amigos.
Fuente: La Razón
Recomendación: Juan de la Cruz
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